Anteayer, cuando bajaba a trabajar, decidí presentarme oficialmente a mi vecina, la viejita. Después de darnos los buenos días y sonreírnos, le dije: “Bueno, yo soy Mara” y ella me respondió: “Yo me llamo Sofía, pero como no me gusta nada, todo el mundo me llama Pepa”. Se me iluminó la cara, aunque igual es pura coincidencia. Una tontería. No sé.
Dicen que la Gomera es una isla mágica. Así lo siento. Hay algo especial, no sé exactamente qué es, pero alimenta y da calor. Ayer hizo 3 semanas que desembarqué aquí y me siento como en casa desde el primer día. A pesar de todo. Me siento bien. Muy bien.
Hoy ha venido mi madre a compartir este trocito de paraíso conmigo. Se queda una semana. Llegó en el vuelo de las 12:30h. Salió riendo, con una mochila enorme en los hombros. Fuimos hacia el coche y cuando abrí, pegó un gritito: “¡Ay, la maleta!”. Volvimos. El Guardia Civil la dejó volver a entrar. En la mochila ha traído su ropa. En la maleta un montón de cosas para mí. Con sobrepeso y todo. ¡Eso es amor!
La he llevado a Alajeró y hemos tomado unas Doradas y un pan con mojo delicioso. Por la tarde hemos ido a la playa y luego a dar una vuelta por el pueblo. Ha acabado mareada con toda la gente que hemos saludado: Mari, su hermana, su hija, su padre y su nieta, Nuria, Gaby, Pilar, Pamela, su suegro, el jardinero más encantador del hotel, un compañero de bares, Lolo, el subdirector, su mujer y su hijo…
A mi madre le digo que hable bajito. Ella me dice que todo lo magnifico, que la realidad no es tan maravillosa como la pinto, pero es que yo lo siento todo tan encantador que me abruma. También dice que está un poco decepcionada con la isla. No siente su poder, su vibración. Tal vez ella no es para la isla o la isla no es para ella. Veremos cómo se siente dentro de unos días…
Píldoras Volcánicas 